Esta mañana me he pasado media hora en la cama, muerta de ganas de ir al baño pero sin atreverme a levantarme, porque no sabía si hacerme un test de embarazo o no. La regla tenía que haberme venido el domingo y entonces habría empezado a tomar anticonceptivos en preparación para una FIV. El retraso ya era considerable, pero en la clínica de fertilidad nos habían dicho que era muy difícil que nos quedáramos embarazados sin ayuda, así que no quería hacerme ilusiones. Al final pensé que si dejaba pasar más días la desilusión sería mayor y que era mejor llevarme el chasco ahora y no dentro de una semana, y además que iba a reventar si no iba pronto al baño.
Y, ¡sorpresa! ¡Prueba positiva! Me puse tan nerviosa que cuando se la enseñé al Futuro Padre me temblaban las manos. No me atrevía a creérmelo, así que en cuanto llegué al trabajo pedí cita con el médico de cabecera para esta tarde. Allí me repitieron la prueba y confirmaron el positivo, y me dieron cita para Obstetricia.
Yo creía que al conseguir por fin el embarazo, tras un año de intentos y nervios y decepciones, me tranquilizaría. ¡Pero qué va! Ahora estoy mil veces más nerviosa, pensando si lo haré bien, si lo habré fastidiado por ir al dentista hace una semana, si serán buenos los colegios del barrio... ¡Como una perturbada! Ahora me acuerdo de lo que siempre me decía mi madre cuando la acusaba de sobreprotectora: que cuando tienes hijos ya no vuelves a dormir tranquila nunca más, porque la preocupación es tu estado natural.
Estas últimas semanas, leyendo tantos blogs de otras mujeres que están intentando tener hijos, algunas pasándolo fatal, he visto que a algunas no les hace gracia enterarse de los positivos de otra gente, pero a mí me animaba mucho ver que era posible y que la gente lo consigue, a veces con muchísimo esfuerzo y otras de casualidad como yo. Espero que no les moleste mi gran alegría de hoy, porque yo les deseo la suya propia, cuanto antes. ¡Un abrazo para todas!